Las técnicas de control biológico, para el manejo de plagas en agricultura, se afianzan día a día como herramienta clave en la gestión de los agroecosistemas. Para aquellos gestores del medio agrícola, tanto particulares como grandes empresas, la integración de la fauna local en sus campos, resulta de vital importancia cuando el objetivo productivo va más allá del mero interés económico. Para aquellos a quienes les preocupa el bienestar del entorno natural y la salud de los propios consumidores, utilizar biocidas en los tratamientos de sus campos ya no es una opción admisible.
No obstante, como consecuencia de grandes cambios sufridos en los entornos agrícolas durante los últimos 50 años, como pueden suponer: las políticas agrarias, los cambios en el uso del suelo, la implantación de nuevos cultivos y una degradación generalizada del entorno que le acompaña, en ocasiones resulta necesario tomar medidas correctoras o paliativas, para reducir las pérdidas que supone el ataque de algunas especies a cultivos concretos.
Este puede ser el caso de los problemas asociados a niveles de población altos de roedores, como los topillos o ratones.
En la Comunidad Foral de Navarra existen 10 especies de topillos (incluidas las dos del género Arvícola) y 5 especies de ratones. De todos ellos, sólo dos especies de topillos pueden llegar a presentar niveles de población que puedan generar daños serios a la agricultura: el topillo agreste (Microtus agrestis) y el topillo mediterráneo (Microtus duodecimcostatus). En los pastos de montaña, también la rata de agua norteña o rata-topera (Arvicola terrestris), puede generar molestias durante las siegas. De entre las especies de ratones, sólo el ratón doméstico (Mus domesticus) puede suponer un problema sanitario en lugares donde se acumulan alimentos (foto de portada).
Todas estas especies de micromamíferos, son presas habituales de multitud de depredadores, entre las que se encuentran las pequeñas rapaces nocturnas y diurnas, por mencionar sólo al grupo de las aves. Para Cárabos, lechuzas, mochuelos y cernícalos, suponen la mayor parte de su dieta. Incluso, otras más insectívoras, como el autillo europeo (Otus scops), captura pequeños roedores durante el periodo de cría. Los datos recogidos por diferentes entidades y asociaciones como GREFA, muestran cifras de hasta 1000 roedores capturados, por una sola pareja, durante todo un ciclo reproductivo.
Son ya muchos los trabajos científicos que ponen de manifiesto la efectividad del uso de cajas nido para potenciar la presencia de rapaces en los campos de cultivo. Esta práctica resulta tan eficaz como económica y es, además, duradera en el tiempo, características éstas que no pueden decirse de las técnicas de control mediante uso de biocidas. Además, tienen un valor ecológico añadido, pues aumentan la disponibilidad de lugares de cría en aquellos entornos que han perdido, parcial o totalmente, la cubierta arbórea necesaria para el asentamiento de estas rapaces.
Desde ATERPEAK, animamos al sector agrícola y a los gestores ambientales en general, a favorecer a aquellos que quieran cambiar sus prácticas agrícolas implementando medidas de control biológico, premiando así a los que quieren dejar un legado natural más sano y no a los que lo degradan.